Las pesadas dagas son todo mi peso, me desplazo por simple encanto; donde tu piel se aviva mientras tu alma se hiela y el inconfundible latir se hace impreciso; me desplazo por simple encanto, en donde el hedor de tus bramidos me dejan entrar y la simpleza de tu mente cree enloquecer. Rozo tu carne y me anticipo a recoger tu elixir de sal mientras se vuelca todo en tu enllaguesida esencia.
Hay persecuciones en tu mente mientras hiervo tu alma y se que tus ojos se ampollan de tanto clamor, se que mi camino salpicado de ti me lleva a tu cima y se que esa cima es un monte reverso; una cuenca embravecida.
Y llego ahí por simple encanto; por tu miembro latiente… le llamas corazón y yo carne; me llamas pena y yo no tengo peso ni gravito en ti, solo caigo por mi carga, las pesadas dagas son todo en mi y si eclipso tu mente se disipa el estío y ni la lluvia ni la oscuridad es tan densa como yo.
Entro abriendo todo en ti, palpando hasta el más abandonado lamento. Te tomo de las carnes y mastico tu miembro latiente, mientras avanzo por tu reflejo y cuando ves tu enlutada figura ves también la azulada necrosis de tu mirada y casi me veo… casi me faculta tu lenta marcha hacia el balcón y como por nigromancia sé que pasará. Ya ha fecundado mi roce en tu carne todo el dolor.
Y me quedo ahí por simple encanto…
Para una eclipsada mente escribir es mas posible y si la persecución no tiene fines claros es mejor aún; es como no tener fines de lucro. Eso es lo que anhelo encontrar...
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