martes, 17 de marzo de 2015

No somos esfinges

Antes de todo aclarar que no se trata de un texto político ni económico, es de las idiosincrasias que ha generado la igualdad de género como nuevo tópico en nuestra generación, en especial de las artes y expresiones cotidianas que surgen en defensa de la mujer. Ahora si:



Siempre, siempre, desde niña me ha provocado molestia esta tendencia de hoy en día de ir en defensa de la mujer valorando la valentía que implica haber nacido con vagina; tanto texto sobre los “cojones” que hay que tener para parir o sobre el flagelo de la menstruación.

Por supuesto que estoy en defensa de la igualdad de género, pero creo que elevar la figura femenina a algo mejor respecto a otra condición humana está muy por lejos de ir en pro de la igualdad, habla de una estrategia compensatoria tremendamente infantil y pobre, como si aquello mediara en la historia de enfermas desigualdades hacía nuestro género.

Para mi igualdad es respeto, no necesito (y me molesta la verdad) que se nos trate con especial atención y cuidando nuestra susceptibilidad, por favor!, esa es una reiteración, una desigualdad disfrazada. Cuando una mujer escribe sus crónicas “dramáticas” sobre lo que es tener que usar sostén, yo esperaría que llegue un tipo y nos hablé del drama que es tener una erección en la micro y tener que esconderla… por supuesto que eso no ocurre. Las cosas que le pasan a la mujer son motivo de poemas, crónicas y cuentos, las de los hombres son motivo de chiste, de talla y de liviandad.

Siento que en cada feminista que ha tergiversado el sentido de ser feminista, hay un “femi-nazi” en potencia, es un paso a la segregación masculina, la forma en que incluso he oído que se refieren de forma despectiva al hombre, como si su hermano, amigo o novio tuviera la culpa de la atrocidades pasadas.

Los hombres no tienen porque vivir pidiendo disculpas por el pasado, ese pasado esta labrado tanto por hombres como por mujeres, ese pasado corresponde a nuestra humanidad y es tarea de la humanidad de hoy humanizar nuestros valores, pero eso no se va a lograr con poemas rosas sobre la regla.

Para mí un índice de igualdad es que podamos reírnos de nosotros mismos, de nuestras diferencias (porque las hay, y muchas) y de nuestros encuentros (porque también los hay y son muchos más), en simple psicología, es que si logramos reírnos de nosotros mismos es que hemos superado el trauma, pero si cada vez que se habla de menstruación debe ser con poemas y metáforas, con rococó y empuñando la mano, y con la otra la bandera de la igualdad, lo único que hacemos en generar un abismo más grande hacía la igualdad, porque mitificamos y exaltamos una figura en vez de volverla a su origen, su origen que es simple naturaleza.

Yo quiero ver a las mujeres dando el asiento a un hombre cansado que no sea adulto mayor, yo quiero un día ver a las mujeres invitando a cenar, yo quiero ver a la mujer caminando con naturalidad al baño cuando lleva una toalla higiénica en la mano (y ojo, no dije orgullo, sólo naturalidad), quiero ver mujeres que digan “vamos a un motel, yo pago”, mujeres que si no saben arreglar algo aprendan en vez de esperar que llegue un hombre (youtube y google es maravilloso), mujeres que puedan decir con cuantas personas diferentes se han acostado sin que sea por penitencia o bajo los efectos del alcohol, mujeres que sean humanas y no esfinges intocables!!!

Yo quiero mujeres espontáneamente integradas, no está burla de mujeres que exageran lo que significa ser lo que son, por que me parece tan maravillosa nuestra biología como la masculina, me parece tan genial nuestras diferencias que nos permiten comulgar, así como nuestros parecidos que nos permiten reír.


Siento que cuando exista igualdad no será como lo pintan algunos locos por ahí, sino, algo más como yo me lo imagino, algo más humano no más, así, simplecito, sin tanta disculpa.



NB




Y a propósito, Cualca también tiene algo que decir:




Algunas otras imágenes ilustrativas:







miércoles, 25 de febrero de 2015

Paradojada

Son muchos los sucesos que conforman una persona, son miles los instantes que determinan un destino, es como miles de pixeles torrenciales que golpean a tu rostro, donde no es posible cerrar la boca por mucho tiempo, ni vale la pena intentarlo… ahora lo sé, pues ahora sé que cada pequeña partícula de realidad que pretendía no ver, cada una, hizo laceraciones profundas en mi pecho.

Con la incompetencia de quien vive por primera vez me sumergí hasta que mis oídos se hicieron inmunes a las melodías, prefería el sonido ciego que ver, la verdad es que decepcionarse de la verdad provoca lamentaciones que uno quisiera hundir, pero proviniendo de la misma urdimbre de uno, me entumecí hasta que el pavimento creció sobre mí.

Los rescoldos de mi carne pixelada ya no veían más, así que podía pretender que me sanaba, aun en mi lecho frio y oscuro, pues tal lugar sólo escarchaba mi alma de antiguas angustias, de algún modo las había aprendido a padecer, y si el mundo desea girar bien podrá hacerlo conmigo bajo cemento.

Las semanas y meses transcurrían haciendo crecer un hilo de temor por no salir más, tiznando mi ilusión de quedarme ahí, y mis pies traicioneros florecieron por la ínfima grieta que ocultaba de mi propia vista. Lamentable que la masa que creí indemne haya trisado mi destierro, y no quiero, yo no quiero despertar.

El ínfimo espacio se llenaba de aire fragante, llenándose de rezagos de vida la bóveda que me impelía a morir, y siendo la imposibilidad de escindir mis deseos la última aliciente que quedaba para salir de ahí, me forcé con la convicción ciega de un dios a que afuera no debía retornar, grité, silbé, hice apneas eternas, me volví mezquina sobre mí y cuando el sonido amargo de mis lamentos se volvió mantra ya no quise detenerme.

Si, mi pecho en la fría caverna nunca sanó, quizá con el tiempo ocurriría, no obstante enraicé, canté y enarbolecí; la tendencia vital de quien palpita puede más que una convicción pueril y querer protegerme del mundo y su realidad no hizo más que atronarme contra él.

Mi voz encauchada, pero vibrante fue oída, mis ramas habían dado sombra y consuelo,  y mis raíces nutridas, sólo hacían de mi condición alienada una blasfemia a los esfuerzos de mis carnes por no fallecer.


Y habiendo dado tal señal de mi existencia, mi destino no podía ser otro que la paradoja final: ser amada.


NB

sábado, 3 de enero de 2015

Bestiario: Procrastinar

Hoy haré el bestiario de aquello que me persigue y me impiden avanzar, pero lo hago con mi espíritu libre, amansado y contemplativo, porque si la bestia duerme quiero aprovechar a mirarla clara y fija, en sus recovecos y complexión total, aprovechar que no me mira amenazante a los ojos, con la pipa apuntándome. Olerla, tocarla y mirarla dormida y sosegada.

Y no es tal; la bestia es grande, pesada y defectuosa, pero ahí dormida, parece una frágil estructura de recovecos complejos, cuan excusas que se dicen con cansancio, pareciera que se pudiera evaporar lo grosero de sus gestos con solo acariciar. Me apena ver que aquella figura esgrimiera en mi, en otro momentos de mi vida, tantas debilidades, tanta necesidad, tanta infamia.

Una bestia así pareciera mortal, pero tiene las patas y la vista corta, es una quimera extravagante, odiosa y hostil, pero que no tiene nada mas que su proyección en mi como herramienta, ¿como recordar en mi debilidad lo insulsa que es mi bestia?, ¿Como hacer de mi convicción una prerrogativa al amanecer?, ¿Como escindir mi razón y mi pasión, para enfrentar mi bestia cuando no pueda?

A mis amigos les contaré que es mi debilidad, y que no obstante es algo que puedo manejar, pero a mi no me puedo mentir, esta bestia de patas cortas me cierra el paso, me distrae y me envuelve en su hedor de miedo, argumentos y languidez, me atrae con lentitud, como una tautología en mi existir, como si por mi carne no transcurriera sangre, sino aire vaporoso que se va por mi aliento.

Ay! de mis brazos y mis piernas, no son mas mis compañeras, puedo jurar que mi mente vuela, pero éstas no me siguen, son traicioneras de mi voluntad, son instrumentos de mi bestiario personal, son vasijas vacías de peso muerto. Y mi mente simplemente se va por fronteras, por luces y rincones, sin escrúpulos de los velos caídos del mundo, pero si acaso logro avanzar con estos espolones, no logro llevarme nada conmigo; soy solo un síntoma.

Me miento tan a menudo creyendo que he burlado a esta hostil maquina, pero es solo la tierra que ha perdido su horizontalidad, que me ha permitido alejarme por simple gravedad, no hay méritos reales, no hay un momento de real superación, no hay batalla vencida, solo la constatación de mi condena, la replica de mis días, uno tras otro, tal como el sol al salir y al caer.

Y si; hoy la miro de frente, y parece un juego de niños escapar de ella. Lo peor que puedo hacer es subestimar su poder en mí, cuando en el pasado me ha sofocado de tantas formas, ¿porque no ha de aprovechar mi cercanía contemplativa para volverme a atrapar?, ¿Podrá atacarme por la espalda si decido obviar este momento de paz y avanzar sin reflexionarla?, ¿peligra mi repentina voluntad y hambre de mundo?

De cualquier forma, mis preguntas no son más que afirmaciones silenciosas en mi mente, y sólo quedarme un instante más a pensarla es un triunfo de ella, mis letras y palabras se detendrán ya, mis malabares desiderativos quedarán para reconfortar mi viaje, y a esta bestia la dejaré y abandonaré - al menos hasta que vuelva a igualarme el paso - hasta ahí, libre seré, y la bandera del futuro flameará con vívida realidad.


NB






Fotografía de Dan May Art

No somos esfinges

Antes de todo aclarar que no se trata de un texto político ni económico, es de las idiosincrasias que ha generado la igualdad de género com...