jueves, 28 de febrero de 2008

La sonata gris

Las cuchillas con su metal y yo con mi carne, la unión inminente. Podía verlo al reflejarse mi ojo en su filo, cuando el frío de su color se asemejaba al de mis labios, que alguna vez palpitaron y parecían una rosa abierta temblando a cada beso.

El sonido de la hoja al cortar el viento y el sonido sutil de mi pena era como una sonata gris, era la aleación perfecta para mi destierro. Y el elixir era mi saliva, tibia y con sabor a angustia que aun guardaba el sabor de su rosa.

Oh! pero si siento como me rompe las carnes cuando te recuerdo, vuelvo a morir cada vez, una memoria punzante y su voz intensa.

Oh! que ese recuerdo no perturbe la dulce sonata de mi muerte, que solo me induzca a seguir sus acordes.

Oh! que amable destino, carne y metal, ya no veo semejanza ni hermandad entre la vida y yo, solo el obligado latir del corazón, aquel músculo que hace de mi cuerpo se levante sin levantarse y viva sin vivir, que le da sentido a mi materia orgánica, mas no a mi existir.

Las cuchillas con su metal y yo con mi carne, fue mi plegaria de valor todas esas horas y el maldito reloj me decía que no era capaz, el segundero más veloz que los demás me alentaba, mientras el horario y su minutero me atenuaban con su tenor pasear.

A veces también oí a las ramas y hojas rozarse por el viento, estas me hablaban de mi melancólico romanticismo, mis frustradas caricias y de la justificación de mi deseo por el frío metal.

La sonata gris con su amalgama perfecta indujo a mi carne fundirse con el metal . Y mi menguante posición entre sabanas era vista por el tenor horario que marcaba las once en punto, mientras el filo apagaba mi rosa y mi elixir sabia a él.

No somos esfinges

Antes de todo aclarar que no se trata de un texto político ni económico, es de las idiosincrasias que ha generado la igualdad de género com...