Ana sostiene el teléfono pensando en pedir auxilio y Brandeis intentando mantenerse entre estados, oía a su Ana con displicencia, a pesar de amarla con el calor de sus venas y con la misma confianza de que amanecerá cada día, pero no podía alentarse a demostrarlo.
Ana se embravecía con cada minuto de silencio, oyendo la respiración del otro lado, como si se tratara de un muerto, a veces incluso su saliva parecía más acuosa, como si el desamor la hiciera enfermar, empalidecer y desmallar, gritaba auxilio con cada bramido de su aliento y Brandeis sólo respiraba al teléfono.
Brandeis sabía que Ana estaba triste, pero no podía olvidar aquellos días, horas y meses de desamor, no quería verla sufrir, pero no podía desprenderse de la jodida costumbre de tratar con desdén. Brandeis se miraba al espejo y se sentía maldito, pero no podía hacer sentir mejor a quien tanto ama.
Ana, suspira antes de pensar en abandonarlo y como por nigromancia Brandeis entiende... entonces le dice - "Yo también te amo" - y como un milagro se desescarchó su alma, como por milagro el vaho de su aliento humedeció el teléfono, como por milagro sus labios se humedecieron de ganas de besar.
Ana enjugó sus lagrimas, incluso aquellas secas que había marcado sendero en sus mejillas la noche anterior. Al hacerlo sus manos dejaron de temblar de abandono, su voz se volvió una cascada, con sonido de risa y sabor a azúcar en el café.
Te amo, te amo y te amo - no dejaron de decirlo en la siguiente hora al teléfono, Brandeis lloró al sentir la ligereza de su cuerpo cuando oyó a su alma y Ana sonrió al escuchar la cálida voz de Brandeis, como si volviera de un largo viaje.
Sus voces se besaron, sus almas hicieron el amor justo en donde sus lenguas formaban sus palabras, sus sentidos se calmaron al oír la tranquilidad del otro... pero por fin se amaron cuando colgaron el teléfono y se juntaron, sólo para rozar sus meñiques y decir te amo, mientras sus ojos se llenaban del otro.
"Brandeis y Ana por siempre"- tallaron en un árbol, justo abajo de "Arturo y Natalia"... era el árbol de los amores eternos.
Natalia de Asterión