martes, 6 de marzo de 2012

A Arturo



Cuando te vi no lo podía saber, cuando nos besamos ni lo pensé, cuando abordamos los recuerdos del otro me sentí cercana, pero no me animé, cuando nos prometimos amor eterno no lo pesé; cuando hicimos cada cosa a través del tiempo, tomados de las manos y de todo lo demás, nunca me posé en tu hombro, te mire atentamente y te sentí.

Los años han pasado y la pasión de las promesas se ha ido, en cambio me queda la consistencia de no necesitar una confirmación de que cuento contigo para saber que estas junto a mi, me queda la tranquilidad de tus besos por las mañanas, el sentimiento constante, la convicción del futuro, la intimidad de las miradas, una segunda piel para tocar, abrigarme y abrigar, la comunicación constante incluso en la lejanía. Me queda el amor y la humanidad de lo que somos.


Y ahora me poso en tu hombro, te miro desde el confort del abrigo de tus manos y puedo sentir, como me lleno de sentimientos hasta la garganta y puedo decirte "te amo", con tanta seguridad, con tanta ansiedad como el primer día, pero con la convicción de la mutualidad.


Te amo a cada hora, sin pensar en ti incluso, te amo en cada pulso, aunque me penen los pensamientos del día, te amo en el vacío del ocio y en las palabras que incluso no te digo. Sencillamente te amo, porque vives en mi, te amo por que existo y respiro... te amo.




A mi amor Arturo...


NB

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