lunes, 9 de marzo de 2009

A las siete

El ocaso de nuestras palmas prende en la sangre
como el sol embravece al mar a las siete…
yo se que lo recuerdas.

Y en la somnolencia de no llegar al abismo de Morfeo,
escucho su voz susurrando; recitando mi nombre,
mientras sus empedradas caricias construyen su camino enceguecido
me quedo junto a su compás silencioso
a su razón endurecida y su alma caída.

En su cadencia y su piel hay cristales,
hay argumentos y verborrea que nada importa para mi amor
y es que el ritmo de su vida y su andar vertiginoso
han dejado grietas en nuestra casa,
pero su voz no se ha disuelto, sigue en miel.

El aire se fuga por las grietas de nuestra casa
y el frío nos cubre las pieles,
mientras el ocaso de nuestras palmas prende en la sangre
como el sol embravece al mar a las siete…
yo se que lo recuerdas.





NB

miércoles, 14 de enero de 2009

Mi partitura


Hoy sacaré en un estado de aparente letargo todas mis llamas, me alimentaré de mi sorprendente inconciencia y de las líneas de mi pasado; y ser más yo que en ningún otro momento, me alimentaré de mi propia música por que en ella no hay más interferencias que mis propias divagaciones.

Sentir que me elevo en un sueño seguro, que puedo oír algo lejano, la partitura de mis llantos o una resonancia angustiosa, algo profundo en mi carne, que me acelera, me espanta y me aleja, como una forma real, más mía que ninguna otra, la repercusión de la constante aflicción hecha papel y pensamiento.

Es la partitura de mis actos, la canción mas caótica donde la temperatura, los latidos, los suspiros, los gemidos y los pensamientos son los mismos… es la partitura de mi pena y de mi alegría. El ahogo y elixir de mi vida; la canción de mi viaje y mi tendencia al defecto.

Extraña belleza; frágil y gruesa, serena y peligrosa, desnuda y compleja, fría y húmeda. Es mi ritmo, mi fuerza y mi sentir. Como una herida, como un vacío, como un precipicio, como hambre. Casi la puedo ver como abre su boca y de dobla buscando aire, se dobla de angustia y de llanto, muda hasta el dolor. Y otras veces se sonroja y canta; canta tan agudo y tan bellamente que lloro, tan suavemente que me atenúa, tan agonizante que creo que me contagia.

A veces agoniza de estío, flores y canela y otras de escarcha, sal y lamentos. Es mi defecto, es mi inconciencia y es mi reflejo; este es mi ritmo y mi salsa, que se fuga entre mis carnes como pululando un romance con mi historia.

Esta es mi música, la que ahora esta muda y serena.



Natalia Bevilacqua P.

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